La instalación consta de 12 monolitos dispuestos en círculo, que forman un panóptico transitable, proporcionando una visión fragmentada pero unificada del mundo. Cada monolito está acompañado de imágenes y sonidos creados específicamente para la obra por el músico Peter Van Riper, sumando un total de 12 canales de vídeo y sonido que crean un espacio audiovisual denso y fascinante.
La obra fusiona tecnología y espiritualidad, invitando a reflexionar sobre la mirada, la visión y el deseo de conectar empáticamente con el universo. Además, su relación con las pinturas románicas de la colección del museo refuerza la conexión entre el arte contemporáneo y las grandes máquinas de visión mística del pasado.